Soy un nostálgico. Un bohemio. Bueno, no al nivel de los que se van a vivir a San Telmo o en este caso a alguna parte pobre de Berlín. Ahora soy de esos que tienen una cabeza llena de recuerdos increíbles, una memoria prodigiosa para los hechos alegres de mi vida y también, porque no, para los no lo fueron tanto. Y creo que esa esa una diferencia muy importante con lo que percibo en este país. La vida interior existe y es muy profusa de este lado del planeta. Ahora el alemán encuentra la alegría a su tragedia en el futuro. Están disfrutando de lo que va a venir en contraposición a un presente tal vez más gris. Mi mirada en cambio es la del cangrejo: yo encuentro regocijo en lo que pasó, en lo que viví y en como lo viví. Ese es el combustible para aceptar el presente, el hecho de sentir que tal vez se me dio en demasía y ahora entonces le toca a otro. El futuro, directamente no existe. Y eso es tan así porque en Argentina nadie está pensando en lo que va a estar haciendo en 4 meses. Dis...