Soy un nostálgico. Un bohemio. Bueno, no al nivel de los que se van a vivir a San Telmo o en este caso a alguna parte pobre de Berlín. Ahora soy de esos que tienen una cabeza llena de recuerdos increíbles, una memoria prodigiosa para los hechos alegres de mi vida y también, porque no, para los no lo fueron tanto.
Y creo que esa esa una diferencia muy importante con lo que percibo en este país. La vida interior existe y es muy profusa de este lado del planeta. Ahora el alemán encuentra la alegría a su tragedia en el futuro. Están disfrutando de lo que va a venir en contraposición a un presente tal vez más gris.
Mi mirada en cambio es la del cangrejo: yo encuentro regocijo en lo que pasó, en lo que viví y en como lo viví. Ese es el combustible para aceptar el presente, el hecho de sentir que tal vez se me dio en demasía y ahora entonces le toca a otro. El futuro, directamente no existe. Y eso es tan así porque en Argentina nadie está pensando en lo que va a estar haciendo en 4 meses. Disfrutamos de lo que tenemos, cuando lo tenemos y poco más.
Tal vez por eso tampoco tenemos la cultura del ahorro. Tenemos que hacer crecer lo que tenemos hoy a como de lugar porque como dicen los Beatles, tomorrow never knows. Es tal vez esa necesidad de disfrutar hoy sin importar tanto en lo que venga mañana la que me diferencia de los locales. Para mi es mucho más hoy y ahora y para ellos un juego que tiene infinitas iteraciones y en el que el futuro es más importante que lo presente.
También es por eso que cuando voy a algún lugar me cuesta mucho arrancar, después me la paso genial y cuando se termina me invade la tristeza del que sabe que tal vez no vuelva a pasar nunca más. Yo no espero más nada. Soy el "Nice to meet you" de Taylor Swift en la que se pasa toda la noche recriminándose no haber dicho o no haber hecho a la espera de que los destinos se vuelvan a cruzar.
Si lo pongo en términos de fútbol, yo estoy celebrando el mundial del 78 que casi que no ví, el del 86 y el del 2022 sabiéndome un afortunado de haber poder estado de alguna manera en los 3. Los locales están disfrutando del que piensan que van a ganar en el 2026 y planificando también los del 2030 y 2034.
Será por eso que necesito cada tanto conectarme con los argentinos a celebrar nuestra cultura, tomar nuestros vinos y recordar nuestros días felices. Mis días felices son los que se acaban de ir y nunca los que van a venir.
Eso fue justamente lo que pasó hoy en un torneo de polo en la zona: fui con mis 1000 Malbecs, invité a unos amigos nos la pasamos charlando de la vida. Realidades distintas, momentos desiguales, lo mismo da. Es la necesidad de poder estar, de conectar, de compartir. De salir por un rato de la realidad y transportarnos a ese momento en el que todos fuimos felices. Tal vez Argentina no esté en mi futuro, sigue estando en mi raíz. Creo que eso es, lo que para bien o para mal, nunca voy a poder cambiar. Porque la esencia, esa no la perdemos nunca.
Nada, fue un fin de semana increíble que se encadena con otros también brillantes y que son el combustible que necesito para poder enfrentar el día a día y un futuro del que sólo espero que llegue sin tanta expectativa.
Dulce de leche, nutella, malbec (1000) y a disfrutar lo vivido. Tomorrow never knows y Nice to Meet you. No falla.
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