Estamos teniendo un verano, o un anticipo del verano increíble, con poca lluvia, bastante sol y temperaturas más que agradables. La verdad es que el verano alemán, si llega, es muy lindo. Digo si llega, porque el año pasado tengo la sensación de que prácticamente nunca existió.
Ahora en caso de que llegue, los días son super agradables, la gente está en general de mejor humor y se puede aprovechar muy bien el tiempo porque la tarde rinde hasta bien entrada la noche. Así las cosas, todos también tenemos ganas de hacer más cosas y es normal que en la cabeza aparezcan "los planes".
Me la paso pensando, siempre fui así, al punto de parecer que estoy distraído. En realidad más que distraído, estoy hundido en mis pensamientos. Nunca no estoy pensando, razonando, tratando de entender. Y eso también es un problema porque hay cosas que si las pensás demasiado, no las hacés. Sin mencionar, además, que no todo puede o debe ser racionalizado. Las cosas hay que sentirlas más y pensarlas menos. Lo que pasa es que de chiquito me incorporaron el chip alemán y de grande me falta el alcohol que toman acá para dejar que determinadas cosas sucedan.
Entonces esta semana de días largos empecé a pensar que tal vez mudarme sería una opción. Que tal vez estoy solo, entre otras razones, porque vivo en un pueblito en el medio de la nada en el que no existe la vida social más allá del club de tenis. O que incluso, en Octubre, cuando me mude de oficina y nos vayamos a trabajar al campus de la compañía también voy a poder conocer más gente y tal vez proyectar mi futuro.
Ahora esa misma cabeza me dice que en realidad el contexto es solo un pretexto para no hacer lo que nos cuesta. Porque en el fondo podés estar solo en una ciudad de millones de habitantes o acompañado en un pueblito de 50.000. Tiene más que ver con lo que uno en realidad elige o como uno se define.
De hecho si miro para atrás, me vine a Alemania convencido de que el contexto me jugaba en contra solo para comprobar que en realidad tal vez ese mismo contexto era el que mantenía las piezas en su lugar a fuerza de presión y de no analizar determinadas cuestiones.
Sucede que en Argentina básicamente no tenemos tiempo para pensar, porque estamos muy ocupados en sobrevivir. En realidad, no tenemos tiempo. De este lado del mundo, con algunas cuestiones más o menos resueltas, le dedicamos bastante más tiempo a tratar de ser felices, algo que solo ocurre si el verano llega. Y por supuesto, si tenemos dulce de leche y nutella en la alacena.
Si el verano no llega, le podemos poner malbecs y la cosa más o menos fluye. Es lo que hacen en este lugar durante el invierno. De paso un consejo: si están pensando en venir para este lado, traten de no hacerlo durante el invierno. No lo van a poder arreglar ni con 5 damajuanas.
Voy a tratar de pensar un poco menos y tomar un poco más. Todo sea para tratar de volver a ser feliz, aunque más no sea por un rato. También puedo ir a visitar a mis amigos en Madrid. Solo espero que tengan dulce de leche. Y nutella. Malbec les llevo de regalo.
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