A falta de otro punto de referencia, esta semana me inspiró el cura de la iglesia que está a la vuelta de mi casa. En realidad, es de todas maneras un tema que veo dando vuelta hace rato por mi cabeza y también en las redes, así que vale dedicarle un post. En la misa de hoy, el evangelio era la parábola del hijo pródigo y el cura planteó que en realidad el hijo pródigo es aquel que se va creyendo que la felicidad estaba en un lugar lejano sólo para descubrir que en realidad la felicidad, o lo que a él lo hacía feliz, era estar en la casa de su padre. Del otro lado, el hijo mayor, que sin poder darse cuenta que él ya era feliz, porque había compartido todo ese tiempo la dicha de su padre, se siente infeliz porque cree que a él no lo valoraban de la misma manera. De nuevo, la sensación de que el otro se había ido, se había divertido, ahora volvía y lo celebraban. Parece injusto. La conclusión era que obviamente la felicidad nunca es absoluta, sino más bien relativa y que...