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El rompecabezas de mi vida

 


Hay una canción de Survivor que me gustaba mucho y dice algo así como ""We are part of a puzzle" y que el destino está escrito. Cuando tenía 9 o 10, tomé mi primera comunión y uno de mis mejores amigos de ese entonces me regaló un rompecabezas de 1000 piezas. Era una suerte de fragata que se recortaba entre el cielo y el mar.

 De más está decir que no estaba preparado para tamaño desafío, el rompecabezas ocupaba mucho lugar en cualquier lugar de la casa y mi madre decidió darle mejor destino llevándolo a una casa que teníamos en el campo. La tarea de armarlo recayó sobre mi padre que tardó unos 8 años en completarlo, producto del poco interés que le despertaba la actividad y la cantidad de fines de semana que en el año íbamos a la casa. En el medio además se perdieron algunas (varias) piezas.

Hoy el rompecabezas, incompleto como está, cuelga en el que era mi cuarto en la casa de mis padres, tal vez como recuerdo o señal Vaya uno a saber. Fue mi primer acercamiento al mundo de los rompecabezas.

Tuve una revancha hace algunos años: mi madre vino de visita a Alemania y decidió regalarme uno de unos osos polares. Ya bastante más maduro, le dediqué un par de meses a armarlo y lo terminé con todas sus piezas. Solo que por esas cosas del destino nunca lo colgué y en alguna pelea que no recuerdo, mi ex también decidió darle mejor destino: el tacho de basura.

Por eso este año cuando estaba en Berlín, ciudad de la que además estoy profundamente enamorado, más allá de lo compleja que me resulta de asimilar, no lo dude y fui por la revancha. El amor en el fondo es complejo. Lo bueno es que también da revancha.

En cualquier caso esta vez le puse 14 días y me apuré a colgarlo para que nadie ni nada me privé de disfrutarlo. Lo puse además sobre la cabecera de mi cama. Es el lugar con el que sueño y el destino final de mi existencia. Y si, la vida es un rompecabezas y todos somos además, piezas infinitas de un rompecabezas gigante. 

Tal vez sin saberlo, ese amigo de mi infancia y sus padres me mostraron un camino. Probablemente el compositor de Survivor tuvo la capacidad de entenderlo y ponerlo en una canción. Y yo de última tuve la suerte de procesarlo y porque no conectarme con mi padre, mi historia y el origen de mi familia. Somos todos partes de un rompecabezas. No tengo dudas.

Y probablemente lo único que tengamos que hacer en nuestra vida es completar nuestra parte del rompecabezas. Igual si tiene 30, 50 0 5.000 piezas. Nos tenemos que dar a la tarea y abrazar nuestro destino. 

Estoy muy feliz de seguir descubriendo mi destino de hecho. Cada cosa que hago en estos días me abre una puerta y otra y otra. Y en cada una encuentro amor, calor, cariño y comprensión. Con eso me alcanza para ser feliz y entender que lo único que tengo que hacer es avanzar, que las heridas se curan y que la vida sigue.

Y si en algún momento me falta algo, le puedo poner una cuchara de dulce de leche. La nutella también ayuda, que hay de todo en la viña del Señor. Y una copa de Malbec. Sino, no sería una viña. 


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