Las relaciones sentimentales suelen ser complejas. En este milenio y en Alemania, bastante más. Mi experiencia me dice que los de allá, manejamos expectativas y velocidades diferentes. Encajar en ese contexto, casi un imposible.
Si hay algo que me encanta en Alemania, es ver a esas parejas de abuelos que van de la mano y comparten la vida mientras se cuidan. Lo que no termino de entender es como llegan a ese punto, porque lo que ves al principio es más bien otra cosa.
Es que las relaciones en Alemania, se parece bastante a un procedimiento. Serían algo así como el resultado de una acumulación de interacciones que decanta y no algo más vinculado a un sentimiento. A ver, hay sentimientos, no es lo aflora en primer lugar. Se impone la razón, el proceso.
Y lo que más me llama la atención y lo digo basado en mi propia experiencia, es que las salidas tienen un principio y un final muy claros, casi pautados. Y que el código implícito no es el de recordar sino el de olvidar. Te vi hoy, nos divertimos, pintó, mañana es otro día y no se ni quién sos. Puede estar referido a la cantidad de alcohol ingerido para poder siquiera salir? Tal vez. Se toma mucho.
Dentro de ese proceso, hay un tiempo que es ideal para enamorarse: la primavera y el verano. Si uno llega al final del verano sin pareja, probablemente se enfrente a un invierno muy duro. Y en ese verano, hay como oportunidades únicas: fiestas, eventos multitudinarios en los que uno genera interacciones.
Y si hablamos de eventos, los hay a gran escala: el Oktoberfest en München y el Carnaval que se repite en varias ciudades, siendo el de Köln el más famoso. Creo que son las 2 grandes oportunidades en el mundo real para poder, no digo ya conocer, sino al menos interactuar con alguien en el mundo real.
Como todo en Alemania, el carnaval también tiene reglas. Dura como 4 o 5 días y tenés que tener un disfraz para cada día. Así que apelando a mi creatividad y con pocas ganas de invertir una moneda, arranqué el día 1 como loco psiquiátrico y terminé el día cinco como pirata.
Conociendo mis limitaciones con el idioma, no llevo solo un disfraz sino que además me aprendo un texto que repito para presentarme. "hola, soy un pirata. Ahora no soy un pirata cualquiera. No vengo a buscar dinero o tesoros. Soy un pirata de corazones".
Y entonces voy con mi disfraz y mi cuchillo de cartón repitiendo mi verso hasta que finalmente sucede y Anne, con disfraz de gatito me dice "ayyyy, me cortaste con el cuchillo. No me dejés así. Pedí una ambulancia". Le explico que el cuchillo no corta y que soy un pirata de corazones y me da feedback (que es lo que hacen todos los alemanes todo el tiempo): "Fede, los piratas no ganan corazones. Los corazones ganan corazones". Y me explica "ves, todo empieza así. Me tenés que mirar a los ojos. Ahora estamos conectados".
Entonces empieza todo un juego de seducción que no se jugar y después de una charla amena, Anne se va con sus amigas y este pirata sigue su ruta sólo pensando en que lugar de la arena está enterrado su tesoro. Con la certeza de que va a ser un invierno muy largo, porque los piratas no ganamos corazones.
Ya en mi casa y con la cuchara en un frasco de Nutella, me pregunto cómo hizo el que estaba al lado mío que también llegó solo y a los 4 minutos estaba a los besos con una fulana. Secretos del carnaval. Igual, casi que lo puedo afirmar, no fue más que un sueño de una noche de verano. El verdadero amor acá requiere tiempo y dedicación. Como en cualquier otra parte del planeta.
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