Escribo estas líneas en el primer día del otoño europeo. Se fue el verano, me la pasé de acá para allá, los fines de semana fueron uno mejor que el otro y ahora nada.
Pero NADA de nada. Al punto de que este finde ya estaba ocupando espacios tratando de inventar algo para hacer porque lamentablemente ahora viene el desierto. Lo cierto es que hasta el año pasado tenía un grupo de amigos con los que nos juntábamos los fines de semana a comer, chupar y charlar y a principio de este año se fueron a Madrid y los perdí.
Bueno, tanto no, los visité, me lo pase genial, sólo para descubrir que los extraño y que ahora no tengo mucho para hacer. La venta de vinos venía también en esa dirección y era una excusa para salir de mi casa para hacer algo y conocer gente, ahora todo eso requiere de un esfuerzo gigante y es futuro y expectativa. En el presente, en el día a día, poco más que nada.
El otro día de hecho vi un video de Cristian Castro diciendo que estamos como muy obligados a hacer cosas y que deberíamos aprender a no hacer nada. Y en el fondo creo que tiene razón. Sólo que cuando estás sin hacer nada, la cabeza se te llena de pensamientos y esa es la parte más difícil de sobrellevar.
Personalmente, la nada me abruma. Se me hace como impenetrable...y no es que no tenga cosas para hacer, digo de última podría inventarme algunas y ya. Ahora eso tal vez sería escaparle al problema, no enfrentarlo ni asumir la soledad. Creo más bien que la cosa debería ir por otro lado. Usar el tiempo en el que no tengo mucho para hacer para entender mejor que me pasa y poder mejorar la calidad de las respuestas que doy.
Al final del día si estoy solo o no tengo nada que hacer, será porque en algún momento así lo desee. Y entonces no estará tan mal. Es solo aprender a disfrutar de la realidad. Y ese es un concepto que me gustó bastante y no se de donde lo saqué: abrazar el cactus.
Naturalmente nadie abrazaría a un cactus porque sabemos que nos vamos a pinchar. Ahora cada uno debería abrazar el suyo: las espinas no son otra cosa que el reflejo de nuestros propios problemas y sólo si aprendemos a hacernos cargos de los mismos, vamos a poder salir adelante.
Cuestión que al final ya tengo algo para hacer: abrazar mi cactus y seguir. Aunque no tenga nada. Nada no...me queda la música de Cristian, el dulce de leche que tengo que cocinar, la nutella que tengo que ir a comprar y los vinos que tengo que salir a vender. No se si es mucho o poco. Es lo que hay. Casi nada. Abracemos el cactus.
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