Vivo en un pueblito llamado Kaarst, en las afueras de Düsseldorf, que tiene 50.000 habitantes. A veces pienso que una cancha de fútbol tenés más asistentes que en este pueblito y me genera escozor. Las chances de conocer a alguien en este lugar son poco más que cero. Si te das de alta en alguna app, directamente te ven todos. Tampoco me importa tanto porque llegué a la conclusión de que al menos eso me saca del pueblo y me sube a la red.
Igual las apps no sirven para nada más que para soñar que hay alguien en algún lugar con el que se pueda conectar. Y pese a que soy muy digital, la verdad es que prefiero el tête-à-tête, más allá de que, siento, soy bastante más divertido en los chats que en la vida real.
Llegué a este lugar recomendado por un amigo de mi padre que pensó que viniendo con mi familia con chicos, era más fácil un pueblito que una ciudad como Düsseldorf que es además bastante cara para vivir. Y en ese punto tenía razón. Solo que si te terminás separando, como en mi caso, un pueblo es muchísimo peor que una ciudad.
La historia de todas maneras va por otro lado. El pueblito por supuesto que no tiene nada pese a estar super conectado con todo. La municipalidad es un edificio super moderno con aire futurista que al lado tiene un shopping. El shopping dice tener algo así como 100 locales, yo no veo más que 7 u 8. La joya de la ciudad es una tienda de Ikea que orgullosamente todos decimos es "la más grande de Alemania", Tiene hasta una combi que te lleva de la estación de tren que se llama "Ikea" a la tienda ida y vuelta.
Así las cosas, por supuesto que lo único que tenés para hacer cuando estás solo, aburrido y no querés ir a Düsseldorf (que es algo que me fascina), es ir al shopping de 6 locales o a la tienda de Ikea. Y allá voy entonces una y otra vez porque me saca de mi casa y me transporta a un lugar en el que probablemente haya varias miles de personas. Entra dentro de las actividades que podés hacer para conocer a alguien sin caer en la trampa de las apps.
Para mi Ikea es el lugar ideal en muchos sentidos. A diferencia de los otro retailers que suelen ser fríos y más transaccionales, Ikea tiene mucho de emocionalidad. Primero te permite proyectar los ambientes de tu casa, algo que para los hombres, que tenemos la imaginación de la billetera, es fundamental. Vas y te comprás una decoración sin necesidad de realmente pensar como se combinan los colores. A mi favor puedo decir que de tanto ir a Düsseldorf, que es la ciudad de la moda, me volví bastante fashionista y me gusta comprar ropa y vestirme sin necesidad de comprarme un look. Soy 100% yo con mi estilo y mis ideas, en una ciudad a la que vas vestido según los códigos vigentes.
Ikea tiene algo más de todas maneras. Hace bastante tiempo había leído un libro de un sicólogo francés que explicaba como juegan las emociones en las decisiones de compra. En Ikea podés comer, tomar un café y no salís sin probar un pancho. Todo eso hace que se generen conexiones que exceden en forma a una mera experiencia de compra. Paso a recordar a un gran amigo que se la pasaba estudiando en el patio de comidas del Paseo Alcorta porque era un lugar en el que además podía conectar con las chicas que estaban de compras.
Definitivamente Ikea ofrece esa posibilidad y hasta estoy evaluando hacer home office desde el patio de comidas porque creo que debe ser una fuente inagotable de citas. Es más, si fuese a poner un aviso como esos que mencioné que se publican en el diario del pueblo, se leería algo así como "Federico, divertido y creativo, te acompaña de compras a Ikea y te ayuda a decorar la casa". Entre líneas por supuesto, se puede leer también "te compra una mesa para la TV y se conecta a la play", porque es tan distraído que sale a buscar una cita y vuelve con 500 cosas que no necesitaba. Nunca, nunca, nunca, voy a poder salir de Ikea sin comprar algo. Por ahora, la cuenta de las citas sigue en cero.
En cualquier cosa, el link con Ikea se mantiene. Es el lugar en el que mi ex compró todas la cosas que no quiso traer de Argentina (no trajo nada, todavía estoy pagando el guarda mueble) y también al que recurrí cuando tuve que armar mi propia casa y no tenía idea de por donde empezar. En definitiva, el lugar al que recurrís cuando tenés que empezar de cero. Y eso puede ser en cualquier momento de la vida.
Lo único que no podés comprar en Ikea ni en el shopping de la municipalidad es Dulce de leche. Nutella no vi. Bueno malbec seguro que tampoco. Tal vez esta ciudad algún día tenga un monumento o una placa que rece "Federico, el argentino que logró indroducir el malbec en Ikea". A por ello, el futuro promete. Mientras tanto dulce de leche y nutella. Mi madre que está de visita, me trajo dulce de leche dietético. Cierro los ojos y va. Como todo en la vida.
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