La semana pasada les contaba de la precisión de las cosas en Alemania. Como que nada queda librado a la imaginación o al azar. De hecho una de las cosas que me había sorprendido cuando vine por primera vez hace 15 años era que ante la posibilidad de dar información errónea, el alemán prefiere decir "no se".
Si vas por la calle y le preguntás a alguien por una dirección, si no sabe perfectamente el camino la respuesta invariablemente va a ser: "perdón, no lo se". Bueno, "perdón" te dicen acá. En Berlín directamente es un "no sé". Ni se van a tomar el trabajo de pensar si saben o si saben que no saben.
Hoy iba camino a Köln (Colonia) y veía los carteles de los avisos. Y la lógica es la misma: una suerte de "acción-reacción". Es absolutamente lineal. "Este trapo, para limpiar mejor las repisas". No es solo "un trapo que limpia mejor que otro". Tiene un uso específico y debe ser explicado, porque si no lo hacen, como que falta información y si falta información, probablemente no sirva para limpiar repisas y hay que buscar otro que sirva.
Igual me voy a detener un poco en Köln y lo voy a relacionar de paso con otra cosa que ya conté también por acá. Para mi Colonia se define por lo negativo. No es Düsseldorf que es la ciudad de la moda, no es Bonn que es la otra ciudad cercana que fue capital de la república federal alemana en tiempos del comunismo y no es Berlín que es la actual capital del país.
Y el hecho de no ser, los lleva a pretender. Y para mi en la vida, no hay nada peor que pretender ser. Porque uno es lo que es, con todo lo bueno y lo malo. Creo que aún en mis momentos de mayor confusión, aquellos en los que había perdido el norte y no sabía bien quien era, al menos sabía lo que no era. Y aunque haya intentado serlo, porque por algún lado hay que arrancar a reconstruirse, nunca dejé que el espejo me engañe. De hecho creo que cuando más sufrí, es cuando pretendí de alguna manera no contar lo que me había pasado. El aprendizaje invariablemente fue aceptarme, entender que uno es humano, que nos podemos equivocar y que la vida sigue. Negarlo, tratar de vivir como si uno fuese otra cosa, al menos para mi, no resultó.
Para mi Colonia está llena de adolescentes tardíos. Estudiantes cool, con dinero, que se visten como hippies y se creen que están en Berlín. En definitiva, no son. Y no son porque no están en Berlín por más hippies que se quieran hacer. Ni siquiera su carnaval es un carnaval, porque sencillamente nunca fueron a Rio para poder entender de que va la cosa.
Les iría bastante mejor si se definiesen por lo que son. Gente acomodada relajada. De hecho si tuviese que poner un aviso para la ciudad, diría "visite colonia, parece Berlin, solo que acá lo tratamos bien". También podría mencionar que tienen el museo del chocolate y una catedral imponente en la que están los restos de los reyes magos. Sería suficiente para atraer a los que vienen a visitar Düsseldorf, la París de Alemania, como la definió mi padre.
La ciudad en la que yo vivo, un pueblito entre Düsseldorf y Köln no tiene absolutamente nada. Bueno, nada no. Estoy yo, que se quién soy y mejor aún, lo qué no soy. Tengo dulce de leche y nutella. Y ahora también malbec. Suena a poco. es lo que hay. No pretendo nada más. Lo que no falta, sobra.
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