Esta es mi segunda vida en muchos sentidos. De hecho creo que podría dividir la vida en varias etapas y si las miro en perspectiva, la conclusión es que en todas fui infinitamente feliz. Y si en algún momento no lo fui, pues seguramente era solo porque estaba en la antesala de otro período de felicidad.
Aceptarlo, entenderlo, comprender que uno tal vez tuvo demasiado y que es justo que haya otros a los que también les toca ser felices mientras nosotros tal vez no podemos acceder a una felicidad completa, lleva tiempo y mucho de introspección. Por eso me puse contento cuando supe que el nuevo Papa era un agustino, uno de los santos que más marcaron mi vida porque plantea una concepción completamente distinta de lo que debe ser la religión.
En cualquier caso, la historia viene por otro lado. Decía que es mi segunda vida en Alemania y como toda segunda parte, incluye los aprendizajes de la primera. Una de las cosas que más me dolió en mi primera etapa en este país fue irme, volverme. Me sobraban los motivos para irme: al poco tiempo de llegar se había muerto mi padre, un par de años después mi abuelo, mi madre se había quedado sola y yo estaba a 14.000 km de distancia.
Y aún frente a esa realidad, irme me significó enterrar (pensé que para siempre) mi sueño de vivir y desarrollarme en una sociedad distinta. Tampoco era algo que había soñado para mi de chico. Al menos no yo, supongo que mi padre lo veía con mejores ojos. Desde mi perspectiva, Argentina era mi lugar, mi todo.
Siento que eso empezó a cambiar el día que la empresa en la que trabajaba me mandó a formarme en Estados Unidos. De hecho volver después de esa experiencia para continuar mi carrera en Argentina o algún otro país de la región ya no me conformaba. Yo quería estar en la locomotora y no en el vagón. Así fue que después de un tiempo empaqué todo y con mi ex y 2 niños pequeños nos vinimos a la tierra de la nutella.
Por eso cuando esta vez me tocó volver, me encargué de quemar las naves. Nada ni nadie me iba a llevar de regreso a Argentina. Esta vez era definitivo, al punto de que ni siquiera me importó terminar con mi matrimonio cuando las evidencias mostraban que yo era el único que realmente quería quedarse de este lado.
Para ser justos, yo había venido para volver. Ese era el plan con la consultora que me asesoró en mi búsqueda de outplacement "te vas, conseguís trabajo en una empresa que esté invirtiendo en la región y volvés". Solo que la empresa que me terminó contratando no estaba interesada en absoluto en hacer nada con Argentina o Sudamerica y yo bastante menos.
Toca admitir, que de todas maneras, lo quiera uno o no, la vida del emigrado se hace más llevadera si hay un puente y uno puede volver, aunque no sea más que para visitar a los amigos y los familiares. El "no quiero verte nunca más" lo dije varias veces ahora tiene una dosis importante de orgullo. Probablemente si te quiera ver. O al menos tener la puerta abierta y no cerrada.
Así las cosas y a falta de una empresa que esté interesada en mandarme de vuelta a Argentina, al menos empecé a fabricar mi nave espacial, un negocio con vinos argentinos que vio la luz la semana pasada y que el próximo martes vamos a presentar en un restaurante en Düsseldorf. Juró que no puedo estar más orgulloso y feliz de lo que estoy haciendo en este momento. Como bien me recordó el otro día uno de mis primos a través de un soneto de Francisco Luis Bernardez que le encantaba a mi padre y que dice lo siguiente:
Si para recobrar lo recobrado
Debí perder primero lo perdido,
Si para conseguir lo conseguido
Tuve que soportar lo soportado,
Si para estar ahora enamorado
Fue menester haber estado herido,
Tengo por bien sufrido lo sufrido,
Tengo por bien llorado lo llorado.
Porque después de todo he comprobado
Que no se goza bien de lo gozado
Sino después de haberlo padecido.
Porque después de todo he comprendido
Que lo que el árbol tiene de florido
Vive de lo que tiene sepultado.
Creo que pocas cosas hicieron tanto sentido en mi vida como el negocio que estoy a punto de encarar. Conecta absolutamente mi pasado y lo transforma en mi futuro. Es la nave que me va a teletransportar infinidad de veces de un lugar a otro y la que me permite estar cerca de lo que alguna vez fue mi país, la tierra que eligieron mis bisabuelos cuando dejaron europa para no volver. Acaso sin saber que un día un bisnieto iba a cambiar eso para siempre y que a partir de este momento vamos a poder ir y volver.
Nada, los invito a seguirme en 1000malbecs.com Por ahora hay solo vino, Dulce de leche seguro que voy a tener y nutella para los que estén por allá también voy a tener. Si están por Düsseldorf además nos vemos el martes 20. Esta historia empieza de la mejor manera posible: tomando malbec con amigos.
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