El verano alemán me sigue regalando unas postales increíbles. Días eternos, a veces hasta un poco calurosos. Paseos a la oficina en bicicleta 2 o 3 veces por semana. En definitiva un clima super agradable. Sin embargo no hay que acostumbrarse, porque nada es para siempre. Y para eso están las lluvias, para recordarnos que como todo en la vida el clima también es balance.
El problema es que me estoy volviendo tan alemán que todas las mañanas tengo que mirar al menos una vez el noticiero para ver cómo va a estar el clima. Y juro que hace no menos de cuatro semanas que pronostican todo tipo de tormentas que, al menos donde estoy yo, no terminan de suceder.
Lo que más me llama la atención es la fruición con la que se hacen dichos anuncios. Casi como si se metieran en mi casa a decirme: "la estás pasando bien? Que lástima, porque ahora la vas a pasar bastante peor". Me cuesta mucho asimilar que los alemanes disfruten tanto del Schadenfreude. Están esperando a que digas "no lo tolero más, me voy" porque eso les genera placer. El placer de sentir que ellos son distintos, que ellos si pueden...que los dejemos tranquilos con sus conductas porque en el fondo no les interesa nada que estemos por acá. Y que si nos vamos, pues mucho mejor.
Y la realidad es que ni ese mismo clima agradable, que estamos disfrutando bastante más los televidentes extranjeros que los conductores de la televisión, es balance suficiente para compensar lo raro que uno a veces se termina sintiendo en este lugar. Al punto de que muchas veces pienso en tirar la toalla. Queda claro que relacionarse con otras personas en este lugar del planeta, requiere de un arte que no domino.
Porque todo tiene reglas y procesos que obviamente desconozco y por otro lado me resultan imposibles de decodificar. Empecemos por el lenguaje. Antes de decir hola, estoy pensando que le voy a decir después. Y a la tercera frase, ya estoy hablando del clima o de cosas que ni yo entiendo que clase de tema de conversación son. Y por supuesto en algo que para mi es alemán y que para mis ocasionales partenaires, algo que no se entiende. En definitiva, imposible.
Vamos a ser claros, tampoco en Argentina era de esos que te pueden vender una aspiradora en un viaje de ascensor. Ahora acá directamente, no te voy a dar un beso ni siquiera si ese mismo ascensor se queda parado media hora por alguna falla y los 2 pensásemos que hagamos lo que hagamos nos vamos a morir.
Así las cosas, lo único que queda por hacer es dejar de intentarlo, fluir y disfrutar del verano que el conductor de televisión me quiere arruinar, el dulce de leche que me voy a cocinar y la nutella que me voy a comprar. De los vinos malbec también. Tengo 1000, alguno me puedo tomar. Tal vez si lo comparto con alguna, además, pasen cosas.
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